Escenas
El cazajudíos
Seguramente, el aspecto más recordado de esta escena sea el contraste entre la gran expresividad de Christoph Waltz en el papel de Hans Landa, frente a la actitud inhibida de Denis Ménochet, en la piel de Perrier LaPadite. El encuentro culmina en los primeros planos que plasman los cambios de rostro de ambos interlocutores justo antes de dictar la sentencia.
Al inicio de la obra se muestran unos segundos de la vida cotidiana de una pequeña granja de vacas francesa. Con la aparición de cuatro militares del Reich a lo lejos, se abre paso la inestabilidad. La familia aplaza sus labores. La chica que divisa los vehículos va con prisa a por un bol de agua para que su padre se enjuague la cabeza y el torso. El hombre le pide calma y ordena a sus tres hijas que permanezcan dentro de la casa.
Se respira tensión porque parece que están ocultando algo, pero no sabemos qué exactamente. Llegado un punto, cambia el contexto, se nos anuncia la existencia de fugitivos debajo del suelo de madera, con lo que esa tensión evoluciona a suspense.
Más allá de la calidad interpretativa, destaca cómo numerosos detalles nos insisten en la eficacia con la que Landa mantiene el control sobre la situación. Al principio muestra simpatía hacia su anfitrión: el trato es siempre cortés, halaga a sus hijas, le besa la mano a una de ellas, les ahorra gastos pidiendo leche en lugar de vino y deja a sus soldados fuera del hogar.
Sin embargo, esta cordialidad es falsa, es una artimaña para coger con la guardia baja al ganadero. Lo sabemos por ciertos signos con los que el coronel deja claro quien domina: al declinar la oferta de licor se toma la suficiente confianza como para coger de la muñeca a una de las hijas y más adelante abre una enorme lista en la que presume de todos los judíos que ha ido “cazando”. También cuando LaPadite pide permiso para fumar pipa muestra que no se siente como en su casa. Incluso el beso antes mencionado se puede ver como un gesto de aprecio y de coacción al mismo tiempo.
Aunque algunos espectadores ya van teniendo claro el desenlace que aguarda, nuestro granjero todavía conserva la esperanza. Hasta que la incertidumbre regresa a él con un segundo vaso de leche y la explicación que da el invitado sobre su mote de “cazajudíos”. El símil entre los judíos y las ratas es una declaración de su victoria, cuando sus empleados busquen, mirarán incluso donde sólo una rata se escondería. Para más inri, Tarantino decide que, justo antes del punto álgido, Landa comience a fumar una pipa enorme como la de Sherlock Holmes. Waltz no interpreta otro papel que el de un detective que ha resuelto un nuevo caso.

