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La primera escena de Reservoir Dogs, el auténtico debut de Tarantino en la gran pantalla, es una de las más famosas con razón. Ya se ha dicho mil veces lo innovador que fue ver a un grupo de hombres trajeados debatiendo sobre si la música de Madonna habla de penes. Lo que quizás no se haya dicho tanto es que esa charla refleja la posición de cada personaje principal. Entiéndase por principales: Blanco, Naranja, Rubio y Rosa

Aun así, antes de describir la situación de los personajes, es preciso comentar por qué es buena en términos técnicos. Cuando uno piensa en todas las escenas que representan un encuentro de varias personas en una mesa, ¿qué se imagina? Varias cámaras inmóviles, que se ponen justo en frente de cada interlocutor cuando habla, no demasiado cerca. Esto no transmite nada más que monotonía y es muy típico en las películas sin personalidad. Por el contrario, la cámara en Reservoir Dogs se mueve, muy cerca del rostro de los personajes, para conocer sus gestos a la perfección que, por cierto, son muy distintos entre ellos. Y no se les enfocan necesariamente cuando hablan. El director no le da prioridad a aclarar qué timbre de voz tiene cada individuo, prefiere transmitir desorden. Lo que nos dice la cámara es que, por mucho que sonrían y parezcan llevarse bien, va a haber problemas entre los distintos comensales. Hay un topo entre ellos.

El Sr. Blanco (Harvey Keitel) está sentado al lado de Naranja (Tim Roth), ¿casualidad? No, pues ambos se llevan bien y el primero es el único que le ha confiado su verdadero nombre al segundo. Blanco también está al lado del jefe, Joe Cabot (Lawrence Tierney), por la confianza que tiene con él (es al que mejor conoce, excluyendo a su hijo).

La relación de Blanco con el jefe se ve con más claridad cuando le quita la agenda de las manos, harto de escucharle repetir el nombre de Toby. Le insiste al mayor en que no se la dará por pesado. Es tal el nivel de confianza, la comodidad de Blanco, que trata al jefe como a un niño.

Cualquiera diría que el señor Naranja estaba disimulando muy bien como infiltrado, que se había metido muchísimo en el papel, y es verdad. Pero hay ciertos detalles que, aún sin delatarle, nos incitan a pensar que él es el poli desde el principio. Por ejemplo, cuando Cabot hijo le dice, casi con molestia, lo raro que le parece que no conozca True Blue de Madonna, y Naranja, con la boca pequeña, dice que no sigue a esa cantante. O cuando Cabot padre, extrañado, le pregunta a Rosa sobre su falta de propina y es Naranja quien responde en su lugar: “el señor Rosa; no deja propinas; no cree en eso”, hasta que el jefe le manda callar, insinuando que no le ha preguntado a él.

No hay ninguna evidencia de que Naranja sea el topo, pero sí se nota en la manera de estar. A mayores, hay que tener en cuenta que apenas participa en la conversación. Luego no es una sorpresa que al final el mandamás diga que nunca le dio buena espina. Si se mantuvo en el grupo fue gracias a ganarse la confianza de Blanco que, a su vez, era en quien Cabot más confiaba. Es la amistad entre Blanco y Naranja lo que les condujo a los ocho a esa situación.

El Sr. Rubio (Michael Madsen), por su parte, da cabida a una curiosidad un poco paradigmática. Cuando Marrón (Tarantino) explica su hipótesis de Like a Virgin, éste le interrumpe diciendo que la temática de la canción es mucho más sentimental. Tiene gracia que se muestre como el más romántico, porque más tarde descubriremos que es un sádico. Ya no sólo sádico, es que además no le gusta seguir órdenes, lo cual casi le cuesta un enfrentamiento con Blanco en el almacén. De todas formas, su manera de entender la música es ya curiosa, pues mientras tortura a sus víctimas gusta de escuchar temas marchosos de los 70.

Por último, el señor Rosa (Steve Buscemi) nos da una pista de su forma de ver la banda con el tema de las propinas. No da ese dólar extra (un acto muy asimilado por la sociedad de EEUU) porque le da igual lo mucho que sufre la camarera. Intenta defenderse explicando que puede vivir del salario mínimo y le dejaría propina si le hubiese llenado el vaso seis veces. En resumen, trata a los camareros con frialdad y exigencia, que es justo como trata a sus compañeros. Le insiste a Blanco en que no le diga su nombre y lo problemático que es habérselo dicho a Naranja. Luego, en un momento en que Blanco y Rubio se encaran, él les recuerda “somos profesionales, ¿no?”. No quiere saber los nombres de sus compañeros y no quiere que estos hagan tonterías, le da igual cómo se sientan, él sólo quiere terminar su “trabajito” con éxito pareciendo un profesional de verdad. Le preocupa la imagen. Por eso cuando cuenta cómo salió vivo de la emboscada policía dice “me abrí paso a balazos” cuando en realidad huyó a toda prisa, molestó y lastimó a gente por la calle hasta chocar accidentalmente con un coche y luego robarlo. Una chapuza, que de profesional tenía poco.

Por supuesto, también es interesante como todos (salvo Rosa) se ponen en la piel de una humilde camarera, dándole incluso un tono serio a la escena, como defendiendo al ciudadano de clase baja. Pero luego tratan a los policías como si fueran ratas. Incluso en la charla con Blanco en el baño, Rosa le pregunta si mató a alguien que no fuese policía, es decir “alguna persona de verdad” según él. Los gángsters de Tarantino no son mala gente sin más, que odian a todo el mundo menos a su propia banda. Son individuos que la han tomado con la policía, el resto de ciudadanos le dan igual.

 

Like a Virgin

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